martes, 12 de abril de 2011

"Queremos un Avivamiento"...sólo cristianos.


Esta podría ser la declaración de cualquier cristiano de todas las épocas alrededor del mundo, como expresión de la necesidad de una manifestación cada vez mayor de la persona de Jesucristo. Pero, en realidad, ¿entendemos bien lo que un avivamiento es?

La palabra "avivamiento", o sus derivadas, aparecen muy pocas veces en las Sagradas Escrituras. En Salmos 119:37, leemos: "Avívame en tu camino", en Habacuc 3:2 , "Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos". Este clamor del pueblo hacia su Dios implica siempre el reconocimiento de una necesidad, y la seguridad de que la misma sólo puede ser satisfecha por Dios.

El salmista lo sabía, y por eso le da contenido a esa expresión exclamando: "¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?" (Salmos 85:6)

Es que un avivamiento significa una visitación extraordinaria y sobrenatural del Señor a sus hijos, con el objeto de vivificarlos, restaurarlos, darles vida, en fin, avivarlos. Este acontecimiento inusual obra de manera concreta sobre los creyentes, trayendo frutos que pueden contarse como conversiones, consagraciones, derramamiento del Espíritu Santo en diversidad de dones, arrepentimientos, santificación, etc. Si luego de lo que llamamos avivamiento no quedara ningún fruto del Espíritu, habría que preguntarse si en verdad eso ha sido un avivamiento genuino, o si simplemente ha sido una manifestación que no pasó más allá del nivel de los sentimientos.

Es que hay que tener mucho cuidado porque, aunque los sentires y emociones son buenos y nos hacen bien, si no son la expresión de algo más profundo a nivel espiritual, pronto pasarán, sin haber dejado una verdadera huella en la vida: de sentires y emociones no se vive la vida cristiana, puesto que si provienen del corazón, pueden resultar engañosos (Jeremías 17:9).

Hay dos cuestiones fundamentales que será interesante resaltar acerca de este fenómeno: la primera, tiene que ver con el carácter extraordinario de un avivamiento. La segunda, con su soberanía.

En cuanto a su excepcionalidad, es importante afirmar que los avivamientos no son permanentes, sino ocasionales. Esto es, que vienen y se van a modo de oleadas, luego de las cuales los hijos de Dios vehiculizarán los frutos que ellos hayan dejado a su paso. Así fueron los avivamientos bíblicos, y nada nos hace suponer que los actuales deban ser diferentes.

En lo que respecta a su carácter soberano, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que los avivamientos los envía el Señor, los sustenta el Señor, y los maneja el Señor, de acuerdo con su soberana e inapelable voluntad...Nuestra posibilidad, orar por un avivamiento. Su prerrogativa, otorgárnoslo.

Comprender acabadamente estas dos realidades nos permitirá gozar en plenitud de cada visitación divina, y a la vez nos preservará del error de tratar de manipularla, estirarla o imponerla, cuando ya la ola del derramamiento haya pasado y se deban disfrutar sólo sus consecuencias.

Avivamientos genuinos hubo muchos en la historia, desde los tiempos bíblicos hasta los actuales: muchos de ellos han quedado registrados para siempre en las páginas de las Sagradas Escrituras.

En el Antiguo Testamento ocurría un fenómeno muy peculiar: cada vez que el pueblo rebelde y contradictor volvía a la Palabra de Dios, entonces se producía un avivamiento. Y esto merece ser destacado. Un avivamiento genuino y de proporciones siempre deberá estar atado a la revelación escritural: de sentimientos y cosas novedosas está lleno el mundo de las sectas. Volver a la Biblia, con fervor, con amor, con deseos, abre las ventanas de los cielos y hace descender ese rocío vivificante.

Así fue en tiempos de Josías (2º Crónicas 34 y 35). Primero, limpió de idolatría al pueblo. Luego, comenzó a reparar la casa de Dios. Y cuando ya estaban dadas las condiciones, encontró el libro de la ley.

A partir de allí, comenzó un avivamiento, hasta este punto : "Nunca fue celebrada una pascua como esta en Israel desde los días de Samuel el profeta..." ( 35:18)

Más cercano en el tiempo, en el siglo XVI, ocurren sucesos extraordinarios: un hombre, Martín Lutero, se pone a la cabeza de un movimiento que venía gestándose desde tiempos antiguos. Era una vuelta a la autoridad inapelable de las Sagradas Escrituras. La Biblia volvía a ser de todos los cristianos, para su estudio, su consulta, su devoción diaria...

"Sola Scriptura", proclamaban los reformadores, y sólo con ella desencadenaron el mayor avivamiento de que tenga memoria la historia post-bíblica hasta hoy día.

¿Qué lugar ocupa la Palabra de Dios en nuestro corazón?, sería saludable reflexionar...

Si en verdad estamos buscando un avivamiento, comencemos por el principio, por el Verbo, por la Palabra, por la Revelación, y permitamos que a partir de allí descienda del cielo la lluvia temprana y la tardía...Y de seguro no erraremos, porque conoceremos la Palabra, y el poder de Dios...

Porque... "Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley." (Deuteronomio 29:29)

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