domingo, 17 de octubre de 2010

DIOS Y SU SEGUNDA OPORTUNIDAD…bienvenidos a la superficie, bienvenidos a la vida.


Luego de más de dos meses bajo tierra, los 33 mineros chilenos llegan a la superficie, desafiando toda clase de pronósticos y escribiendo su nombre en la historia de nuestro país. Chile recibió mensajes de apoyo y felicitación por parte de todos los sectores de la sociedad civil internacional, incluidos presidentes, deportistas y hasta el jefe de la NASA, por las labores de rescate de 33 trabajadores atrapados en la mina de San José desde el pasado 5 de agosto. Durante la jornada, el presidente Piñera recibió numerosas llamadas telefónicas de sus pares, e incluso la visita del presidente boliviano, Evo Morales, quien llegó hasta la mina de Copiapó para encontrarse con su compatriota, el minero boliviano Carlos Mamani. La fe jugó un papel clave en el resultado de los rescates, considerando que las “gracias a Dios” y la confianza que esto había sido un “milagro”, era testificado por cada uno de los rescatistas, rescatados, familiares y hasta el presidente de la república. Uno de los rescatados, Mario Sepúlveda lo inmortaliza con la siguiente declaración: "Estuve con Dios y con el diablo, ambos me querían poseer, pero yo me tomé de la mejor mano, de la mano de Dios". "Chi, chi, chi, le, le, le", retumbaba en la explanada de la mina San José cada vez que un minero alcanzaba la superficie, al cabo de 70 días a casi 700 metros de profundidad. La cápsula, fiel y muy segura, recorrió más de cincuenta kilómetros, subiendo y bajando en su noble labor y el último minero fue rescatado. Una segunda oportunidad de vida, les ha otorgado el Supremo Padre Dios, diferente, quizás mejor, con más experiencia, más dinero, más lazos afectivos y más fe. ¿Por qué?...pues porque Dios es un Dios de la SEGUNDA OPORTUNIDAD. Está escrito: Job 14:7 "porque si el árbol fuese cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva". Esta es una promesa de Dios.
Jesús, el Hijo de Dios, tomó vidas y las hizo de nuevo porque Él es Dios de la segunda oportunidad.
Un hombre llamado Simón, pescador de oficio y propietario de un pequeño negocio, cuya vida estaba hecha, "sin pena y sin gloria", conocería al Dios de la segunda oportunidad. Simón estaba conforme con unos cuantos pescados por día, unos cuantos cestos por mes; vivir y dejar vivir parecía ser su filosofía de vida. Sin embargo a este rudo hombre Dios le dio una nueva oportunidad. Jesús apareció en el área de trabajo de Simón, subió a su barca, le ordenó bogar mar adentro y echar las redes para pescar. Cuando tiró la red ésta se llenó de peces, de tal manera que se rompía. Al ver esto Simón cayó de rodillas ante Jesús diciendo: "apártate de mí porque yo soy un hombre pecador". Repentinamente, en medio de su vida sin sabor, un milagro aconteció. Jesús le dijo: "Simón no tengas miedo porque desde ahora tú serás un pescador de hombres". La vida mediocre que había vivido Simón quedaría en el pasado. A partir de ese momento Jesús hizo de él un hombre de renombre y sería conocido como el líder de la Iglesia Cristiana en Jerusalén. Simón, el apóstol Pedro.
Recuerde... cuando un vaso se arruina, Él lo hace de nuevo.
La galería a recorrer de hombres y mujeres que experimentaron la benevolencia de un Dios de la segunda oportunidad son muchos. Por ello, sigamos caminando por los corredores de la historia de estos sencillos hombres, que saborearon la angustia, el dolor, la desesperanza y aún el sabor de la muerte. Quizás en alguno de los rememorados se halle Usted identificado, o quizás vea plasmado ese hijo que está lejos, o el hombre que hizo añicos su vida o, porque no, el que se consideraba un fiel religioso.
¿Otro afortunado? Éste era un ladrón. Atrapado, juzgado y sentenciado a muerte. Le tocó nada menos que estar junto a Cristo crucificado. El ladrón reconoció merecer morir. Le pidió a Jesús una segunda oportunidad minutos antes de morir..: "Jesús acuérdate de mí cuando vengas en tu reino". Y Jesús le dio una segunda oportunidad. "Hoy tú estarás conmigo en el paraíso".
A todos Jesús ofrecía una segunda oportunidad; y no sólo a los vivos.
Otro muchacho estaba en un cajón, lo estaban llevando a enterrar, su madre dolorida lloraba, posiblemente era su único hijo. Jesús pasaba por ahí, miró a esa madre, a ese cajón, y dijo: "levántate".
En otra ocasión fue una mujer. Una mujer adúltera, que se salvó de que la maten. En Juan 8:4, unos hombres religiosos sorprendieron a una mujer en el acto mismo de adulterio, enojados la tomaron de la mano, la arrastraron por las calles, querían apedrearla, y se la llevaron a Jesús. La mujer temblaba pidiendo piedad. Jesús le dio una segunda oportunidad. Miró a todos los que la acusaban con esa mirada que descubre hasta el secreto más profundo del corazón, y uno a uno bajaron la mirada. Jesús dijo: “El que esté sin pecado que lance la primera piedra”, mientras comenzó a escribir en el piso. Uno tras otro dejaron aquel lugar convencidos de sus propios pecados. Cuando quedó solo Jesús con la mujer le preguntó dónde estaban sus acusadores. No viendo a ninguno le dijo: "Yo tampoco te condeno, vete y no peques más".
¡Qué hermosa es una segunda oportunidad! Cuando la vida parece destruida, cuando no hay ya esperanza, cuando nada parece arreglarse, cuando se desea la muerte pues no hay solución, una segunda oportunidad espera. Jesús, el Dios de la segunda oportunidad tiene un lugar en Su casa para usted. El desea cambiar sus harapos por vestiduras nuevas, cobijarlo en el abrazo de la reconciliación, y que se regocije en esa tremenda oportunidad concedida por los Cielos.
El Dios de la segunda oportunidad quiere que de ahora en adelante su vida sea nueva, diferente.
La segunda oportunidad no conoce de edad, nivel social o raza, sólo conoce de misericordia.
Muchas personas caminan hoy por las calles con sus vidas hechas trizas, anhelando una nueva oportunidad. Quizá usted es una de esas personas.
Sepa... hay mucho lugar en la casa del Padre.

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