viernes, 15 de agosto de 2008

La Iglesia y su relación con estructuras políticas

La Iglesia y su relación con las estructuras políticas.

¿Cuál debe ser la relación de la iglesia con las estructuras políticas del país o ciudad donde se encuentre? Hay quienes insisten en que siendo corruptos los sistemas políticos, que oprimen a los pueblos en lugar de ponerse a su servicio, la iglesia está obligada a unirse a la revolución política para derrocar esos corrompidos sistemas. Los que así piensan esgrimen su primer argumento en el hecho que los profetas del antiguo testamento denunciaron a los gobernantes perversos y condenaron sus prácticas corruptas. En segundo lugar argumentan y sostienen que los cristianos deben abogar por la justicia social y que la única manera de concretarla es apoyando a los que buscan derrocar el actual sistema. Todo esto está planteando un problema divisionista en muchos círculos protestantes. Los evangélicos se dividen según su tendencia política.
¿Cuál debe ser la posición?
Debemos hacer notar el hecho de que no fue la intención de Cristo hacer que la iglesia, ni en el orden local y menos nacional y mundial, fuera una institución política. Si bien la iglesia como un cuerpo espiritual tiene responsabilidades sociales, también es cierto que jamás se dieron instrucciones a la iglesia para alcanzar sus metas por medios políticos o por revoluciones violentas.
Jesús le dijo a Pilatos, muy simplemente: “Mi reino no es de este mundo”. También Jesús, en su oración intercesora dijo: “No son (los discípulos) del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Cuando en una ocasión se le quiso hacer intervenir en un problema relativo a la justicia social, referido a la división de una herencia, se negó a actuar como arbitro: “Hombres, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez y partidor?. Cuando se le pidió que tomara partido y se expidiera en contra de la imposición de tributos al gobierna romano, lo cual era considerado injusto y antipatriótico por los judíos, Jesús les respondió: “Dad al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”.
A nadie se le escapa que el imperio Romano, bajo la dictadura de los césares, representaba un triste cuadro de la opresión política y social. La esclavitud dominaba la escena. Y, sin embargo, Pablo y Pedro recomendaban con ahinco la obediencia a los poderes gubernamentales.
El objetivo principal de los cristianos es cambiar a los hombres, no a las estructuras sociales. En el mejor de los casos, el más equitativo de los gobiernos del mundo es un gobierno corrompido y oprime al pueblo, cuando los gobernantes son egoístas y no cristianos. En cambio puede ser beneficioso al aquel gobierno que, a falta de preparación y eficacia, cuenta entre sus miembros con hombres probos. Resulta un sueño utópico creer que las revoluciones puedan garantizar una justicia social en el mundo sin un cambio en el corazón de los hombres.
¿Cuál es nuestra tarea?...nuestra tarea es formar ese núcleo de hombres y mujeres nacidos de nuevo y que pertenecen al reino de Dios, esperando la venida de nuestro Señor Jesucristo. Basta un poquito de sal genuina, y sazonamos a toda una comunidad, cambiando el clima social. No hay mejor contribución a nuestra comunidad y a nuestras estructuras políticas que predicar el evangelio del perdón de los pecados y transformador de las vidas.
Pero esto no de interpretarse, como que el cristiano deba permanecer abstraído e indiferente a la opresión que pueda existir a su alrededor.
El cristiano tiene que hacer oír su voz del lado de la justicia y utilizar su voto de la mejor manera posible para provocar un cambio.

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